Marín, Isidro, Historia General del Cánnabis, Ed. Amargord, Madrid, 2016

Hacía tiempo que no publicábamos en esta sección y hoy, por fin, hemos sacado un ratito de no sabemos dónde para dedicarnos a ello. Tampoco mucho, en realidad, porque la ocasión no lo merece…

Esta primavera, cuando supimos de la publicación de este prometedor volumen lo encargamos y nos lanzamos a leerlo. Lo que siguió a ello fue la profunda decepción que, nos consta, compartimos con mucha gente. Historia general del cánnabis es lo último que se podría esperar de un autor que exhibe un currículum académico como la guía telefónica.1 Realmente, no dábamos crédito a lo que veían nuestros ojos.

El libro es malo de solemnidad. Si un título tan ambicioso parecía sugerir un texto casi definitivo sobre el tema; meticuloso, completo y, por qué no, incluso ameno, lo que tenemos entre manos es, por decirlo en términos académicos, un ladrillo infumable.

La pretendida biblia del cáñamo es en realidad un refrito apenas trabajado como libro en el que se ha priorizado llenar páginas por encima de cualquier criterio científico o ético. Si nos dijeran que el autor envió por error el archivo equivocado, que éste era todavía un primer borrador al que le quedaba mucho por pulir, y que a esto le siguieron una serie de errores y malentendidos nos lo hubiéramos creído, porque apenas se nos ocurre otro modo de explicarlo. Entre otras cosas, porque no estamos ante un libro discutible en su enfoque o con pasajes cuestionables; se trata de un relato deslavazado, en ocasiones inconexo, en otras repetitivo y siempre tedioso, que, por si esto fuera poco, está redactado como para suspender lengua en bachillerato.

¿Tal vez os cuesta creernos? ¿Estaremos exagerando? Ahí van algunos párrafos, como pequeña muestra:

“Las mentiras de Randolph Hearst. En 1910 el magnate de la prensa Randolph Hearst, utilizando la fortuna de su padre, magnate de las minas, Hearst comprará 1895 el Morning Journal de Nueva York, a partir del cual edificará la mayor empresa de prensa del mundo, que tiene más de 800.000 acres de terreno en Méjico le son arrebatadas por los hombres de Pancho Villa (Herer, 1999: 70)” (p. 501; os aseguramos que así es como está escrito en el libro y que no son errores nuestros)

“La ley Harrison de 1914 el grupo más consumidor lo constituían fundamentalmente personas de raza blanca, y especialmente mujeres de clase media, a partir de la ley los consumidores fueron pronto los jóvenes pertenecientes a minorías étnicas y a los sectores sociales más desfavorecidos (negros, chicanos, etc…)” (p. 492)

“La Junta de Salud de la ciudad de Nueva York prohibió el cannabis en las calles de la ciudad en 1914, el New York Times (29 de julio de 1914) informaba que el cannabis era un narcótico que prácticamente con los mismos efectos que la morfina y cocaína y que era de sentido común que fuese vendido bajo prescripción médica (30 de julio de 1914)” (p. 493)

No, no nos hemos equivocado al transcribir: los tiempos verbales mal utilizados, la puntuación lamentable, la repetición, las palabras de sobra… son cosecha del autor.  Si esto sucediese puntualmente en alguna página no sería grave, pero por desgracia es una constante en todo el libro. Incluso se puede localizar el mismo párrafo en dos lugares distintos, producto de un corta y pega nada cuidadoso… Todo ello en un texto poco o nada estructurado, sin separación por capítulos y con una relación de epígrafes y subepígrafes hecha con un criterio, al menos, desconcertante, que da lugar, por cierto, a un índice de 17 páginas…

Otro de los caracteres recurrentes del “libro” es la presencia de notas biográficas de los personajes que menciona, sin que éstas vengan a cuento y, en todo caso, de extensión desproporcionada. Podéis observarlo, por ejemplo, cuando se habla ¡durante 8 páginas! de la atormentada vida de Baudelaire (desde el final de la página 276 al principio de la 284, en un pasaje quizá tomado tal cual de wikipedia), que supuestamente sirve de introducción al comentario (en otras 8 páginas) de su obra Los paraísos artificiales, éste sí, al menos, centrado en el tema que nos ocupa. Por poner otro caso, cuando el autor habla de Nietzsche nos encontramos 10 páginas sobre su vida, (472-481, ambas inclusive) de las cuáles sólo hay una dedicada al consumo de sustancias del filósofo. Pondremos un último ejemplo, no sin insistir en que esta práctica se utiliza sistemáticamente en todo el libro. A la mención a JFK le siguen otras 10 páginas de relleno (p. 749, hasta la 758 inclusive) que, por cierto, comienzan de un modo así de brillante:

“John Fitzgerald Kennedy, 351º presidente, muerto el 22 de noviembre de 1963. Líder demócrata que sucedió al republicano Dwight David Eisenhower. Fue elegido por sólo 120.000 votos de diferencia de Richard Nixon. Fue asesinado supuestamente por Lee Harvey Oswald en Dallas. John Fitzgerald Kennedy (1917-1963) fue el trigésimo quinto Presidente de los Estados Unidos en 1960, se convirtió en el segundo presidente más joven de su país, después de Theodore Roosevelt”.

Así resulta más sencillo llenar 1109 páginas «sobre el cánnabis», está claro… De veras que los errores reseñados no son producto de nuestra transcripción. Incluso leemos que hay quienes “amansan” fortunas, o que los ungüentos de las brujas contenían “andropinas” (p. 191)

Vamos a dejar aquí esta breve recopilación de perlas, no sea que convirtamos la reseña en algo tan tedioso como este volumen. Sencillamente queríamos aportar algunos datos para que no pensarais que nos estábamos excediendo gratuitamente en la crítica. Sólo añadiremos que este pastiche poco trabajado (repletito de citas de los trabajos de Herer y de Escohotado, por cierto), que se podría quedar en la mitad de las páginas con otro tipo de edición, no merece los 35 eurazos que cuesta, y que salvo en busca de algún dato concreto (a buen seguro, localizable también en otro lugar) no merece la pena siquiera su consulta.

A estas alturas, las valoraciones negativas de semejante texto son una comidilla generalizada que tarda en hacerse pública. Nosotr@s también tardamos, sobrecarga de trabajo aparte, fundamentalmente por el respeto que nos merece la editorial Amargord, a la que parece que le fallaron los procesos de revisión y el exceso de confianza. Entendemos que tal cosa no debe suponer sino un pero en la excelente trayectoria de la editorial, que tantos buenos libros sobre drogas ha publicado con valentía.

Desde luego, en lugar de pretensiones que obviamente no estaban al alcance del autor, más hubiera válido un libro correcto con la mitad de páginas y con la centésima parte de los errores; legible, completo, trabajado y ameno. Lo sentimos, amig@s: no es el caso.

 

 

1Si no nos creéis, ahí van dos fotos del currículum. Se supone que Marín es autor, entre otras cosas, de 18 libros… Aquí hay algo que no entendemos…

En todo caso, quienes conozcáis algunos de los  fragmentos sobre historia del cánnabis que ha publicado el autor en Cannabis Magazine (y que luego componen este libro) habréis observado que, sin ser buenos, desde luego, parece que al menos están revisados para evitar los errores de escritura más llamativos. Como decimos, todo muy curioso…

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