Dice un aforismo popular que la justicia es como las serpientes: sólo pica a quienes andan descalz@s. La nuestra es una asociación pequeña, con un presupuesto ínfimo (fundamentalmente, por el maltrato institucional al que estamos sometid@s) y que se sostiene con mucho, muchísimo trabajo no pagado y a base de voluntad; consecuencia de trabajar en algo en lo que firmemente se cree y de tratar de ofrecer un servicio público, pero dependiendo de una Administración que demuestra su falta de voluntad política para consolidar un espacio de trabajo de reducción de riesgos en el consumo de drogas.

Pero fijaos que hoy nos hemos levantado con una noticia de esas que animan especialmente: Hacienda nos ha multado con 225 euros por no presentar un formulario. No por defraudar, no por dejar de pagar algo, siquiera por error, sino por no presentar el impreso 347. Nos sancionan por no rellenar un papel, en 2018, declarando que cobramos una subvención pública del Gobierno de Aragón, cuya cuantía da vergüenza decir, por cierto.

Veamos. En primer lugar, en una subvención así, por definición, se recibe exactamente lo mismo que se gasta, por lo que no existe beneficio. En segundo término, no alcanzamos a entender por qué constituye una infracción grave no comunicar a la Administración lo que la Administración nos ha dado. Pero aún admitiendo que fue nuestro error, por ignorancia y por un malentendido con la asesoría que nos ayuda con los papeles, entenderíamos la sanción si hubiera algo pendiente que pagar, algo que declarar. No lo hay. Falta un formulario. Punto.

Pero no somos furgolistas ni cobramos millones de euros, así que no es como cuando Messi, Cristiano Ronaldo o Diego Costa, por ejemplo, defraudan millones y la multa ni siquiera existe o es ridícula; sólo pagan lo que debían y aquí paz y después gloria. O como en la propuesta de “regularización” que hizo el Emérito, para quedar en paz simplemente devolviendo lo robado.

Tampoco somos multinacionales o, al menos, grandes administradores de la solidaridad ni del asistencialismo, con departamentos enteros de personal gestor, para quienes están hechas a medida las toneladas de burocracia que se exigen para participar de los fondos públicos. En Consumo ConCiencia, entre 3 gatos y medio llevamos las redes, hacemos los análisis químicos, los talleres y los cursos (cuando se puede), elaboramos los folletos informativos, creamos y vendemos un juego de mesa (que ya tan bien conocéis), redactamos los proyectos para las subvenciones públicas, llevamos el papeleo y hasta escribimos artículos. Así que nos hemos permitido utilizar un ratito de nuestro escaso tiempo y energía para redactar éste, que no es más que un vano pataleo si atendemos a su utilidad, pero que, oye, al menos nos resulta un poquito terapéutico.

Y, por cierto, aprovechamos para traer a colación otro asunto, que justo comentábamos con una compañera en estos días. Como sabréis, hace un par de meses el caso de los 127 kilos de cocaína encontrados en el barco militar Juan Sebastián Elcano fue archivado. La “justicia” militar decretó que la coca se metió sola en la nave, por lo visto. Obviamente, no es que nos hagan falta ejemplos del flagrante doble rasero de la justicia, pero ahí va uno más, con particular “gracia” si se tiene en cuenta que el comandante al mando de la nave cuando esto sucedió fue posteriormente ascendido y nombrado Vicealmirante y Jefe del Arsenal de Cádiz. La próxima vez que veáis que un pobre diablo acaba 4 años en la trena por vender 10 gramos de farlopa en las calles, recordadlo. O cuando escuchéis la noticia del siguiente fraude o desfalco millonario, del próximo alcalde u obispo saltándose el orden de vacunación o del siguiente bodorrio lleno de excesos que se celebra sin denuncia ni intervención policial alguna, por tratarse de gente de la alta suciedad.

En la escuela, podemos lanzar un sinnúmero de milongas a las criaturas sobre el (inexistente, en realidad) Estado de Derecho, sobre la igualdad ante la ley y la de oportunidades. Dejando el tema educativo para posteriores publicaciones más jugosas, reflexionemos ahora sólo un segundito acerca de cuál es el mensaje que de verdad se les hace llegar al por mayor a nuestros vástagos, en este frenopático disfrazado de sociedad.

 

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