Navarra se queda sin el principal espacio de trabajo de reducción de riesgos y de daños, y tod@s perdemos un referente; una de las entidades decanas en este campo

¿Tristeza? ¿Rabia? ¿Indignación? Sentimos todo eso y mucho más, tras escuchar la rueda de prensa de ayer día 10 de junio de l@s compañer@s de Hegoak, en la que anunciaron el cese de su actividad. Han sido veintiocho años, veintiocho, de esfuerzos, de trabajo ilusionado e ilusionante, de resistencia y de transformación, de educación. Veintiocho años de cuidados.

De cuidados, sí: de cuidar a la gente que sufría por consumos problemáticos de drogas; a personas jóvenes poco experimentadas, para evitar esos problemas en la medida de lo posible; de cuidar a familias para que supieran gestionar mejor estos delicados temas. Casi tres décadas educando a jóvenes y mayores; a profesionales de la intervención social, para que la reducción de riesgos y de daños, es decir, para que la prevención de los problemas asociados a determinados consumos trazada desde una mirada contextual y desde la verdadera defensa de la salud pública, sustituyera a la delirante y criminal “Guerra contra (algunas) drogas” (esa guerra contra (algunas) personas, en realidad). Para que ésta no campase a sus anchas bajo el disfraz drogabusológico del “simplemente di no” nancyreaganiano.

Ha sido otro claro caso de acoso. De asesinato por asfixia. Dejaremos los detalles de cómo se ha perpetrado al comunicado que la alada entidad ha difundido y que os enlazamos; no redundaremos. A Hegoak, como a tantas otras, se le ha condenado a la casi inanición, mientras ingentes recursos siguen alimentando cantinelas facilonas para las que además no hace falta dar la cara ni arriesgar esfuerzos y vidas profesionales. O al todavía más engordado “control de la oferta”, callejón sin salida y generador de dolor y de estructuras mafia-cancerosas. Dejaremos aparte el despilfarro general en megaproyectos destructores de lo natural, en agresiones militares, en rescates a ladrones de cuello blanco o en tanta idiocia de la sociedad espectáculo, aunque éste sea además bochornoso. Las comparaciones quizá no, pero hay cosas efectivamente odiosas y odiables.

En todo caso parece un aviso a navegantes. Somos muchas las que conocemos la permanente precarización de nuestra labor por parte de las instituciones, a sabiendas de que la seguiremos haciendo porque creemos firmemente en ella. Hasta que no podemos más. Hasta que la salud si no la dignidad ponen el freno.

Pero si antes hablábamos de muerte por asfixia quizá nos excedimos. Ojalá nos hayamos excedido, y sea sólo hipoxia temporal y renacimiento con fuerza. Si todavía queda algo de lo debido en determinadas instituciones. Si el estruendoso silencio que queda por la ausencia consigue unir a todas las que necesitaban y apreciaban, apreciábamos, a Hegoak. Si es suficiente la presión para que se imponga la sensatez frente a la ignorancia inducida y obligatoria. Por nuestra parte haremos lo posible por ver la alas de nuevo en vuelo. Para que esto haya sido sólo un lamentable paréntesis que deje claro cuánta falta hacen compañeras así. Cuál el vacío. Cuánta la necesidad de no retroceder ni un paso, y de seguir galopando, ladren o no.

El equipo de Consumo ConCiencia

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