Las benzodiazepinas representan una de las familias de fármacos más utilizadas en la actualidad. Esta gama de sustancias tiene su más inmediato precedente en el meprobamato (lanzado en los años 50 con el eslogan “Happy Pill”) y se presentaron en Europa como un “tratamiento inocuo para neurosis”. Evidentemente, hablar de la inocuidad de cualquier droga (y más aún de esta familia en particular) es un absoluto engaño, y supone un ejercicio, como mínimo, de publicidad fraudulenta.

            En 1963, la farmacéutica Roche lanzó la benzodiazepina que se convirtió en la droga más exitosa en la historia de la farmacología hasta ese momento: el Valium (nombre comercial más común del genérico diazepam). A la altura de 1971, el Librium (clordiazepoxido) y el Valium generaron 200 millones de dólares en ventas del total de 280 millones que tuvo la farmacéutica en los Estados Unidos ese año. La revista Fortune lo llamó “el mayor éxito comercial en la historia de las drogas de prescripción”. Poco después, en 1977, cerca de 880 toneladas de benzodiazepinas eran consumidas anualmente en los EE. UU. En 1985 ya se calculaban 600 millones de consumidores diarios en todo el mundo de esta familia de ansiolíticos.

            EFECTOS GENERALES

            Las benzodiacepinas actúan sobre el Sistema Nervioso Central (SNC) provocando efectos sedantes, hipnóticos, ansiolíticos, anticonvulsivos, amnésicos y miorrelajantes. Por ello, se usan bajo prescripción para la terapia de la ansiedad, insomnio, así como para la epilepsia, la abstinencia alcohólica y los espasmos musculares. También se usan para calmar el estado de quienes se han sobredosificado con drogas estimulantes o para tratar el pánico que puede sobrevenir en las intoxicaciones por un uso indebido de los mal llamados “alucinógenos” (los fármacos psicodélicos).

            Las benzodiacepinas son agentes depresores del SNC y son más selectivos que fármacos como los barbitúricos, actuando en particular sobre el sistema límbico.[1] Si bien inducen al sueño, se consideran que bajan su calidad, y que provocan una alteración de las fases REM. Estos fármacos se pueden considerar como sustancias inductoras de conformidad y, en cualquier caso, la amortiguación de la vida psíquica que proporcionan se puede considerar de algún modo “roma”, desprovista de fantasías y de reflexividad, y muy lejana a la ensoñación propia del opio.

            LOS EFECTOS SECUNDARIOS.

            Se han descrito episodios de desinhibición y de agresividad por descomposición del sentido crítico, al provocar desinhibición de tendencias conductuales usualmente limitadas por restricciones sociales, como suele ocurrir también con el uso del alcohol. De hecho, en algunos pacientes pueden causar excitación paradójica, incluso con aumento de la irritabilidad y tendencia a la hostilidad. Este tipo de reacción es más frecuente en niños y niñas, pero también ocurre en ancianos/as y en pacientes con trastornos del desarrollo.

            En general, provocan una apreciable cantidad de efectos secundarios, descritos con precisión para cada fármaco en los prospectos correspondientes y en los que, por tanto, no profundizaremos detalladamente aquí. Tan sólo señalar que, en general, su consumo continuado puede causar a largo plazo problemas cognitivos generalizados, incluyendo dificultades con la atención sostenida, aprendizaje verbal, memoria y la habilidad psicomotriz, de coordinación motora y razonamiento espacio-temporal. Además, se han descrito casos de depresión y también de disfunción sexual. Evidentemente, los efectos a largo plazo de las benzodiazepinas pueden diferir de los efectos secundarios ocurridos tras una administración aguda pero puntual. Su síndrome de abstinencia, de aparecer, se considera más lesivo que el de los propios opiáceos naturales.

             Una revisión de la literatura sobre el consumo de benzodiazepinas concluyó que era necesaria más investigación para evaluar el efecto a largo plazo de las medicinas hipnóticas. Análisis en pacientes con cáncer demostraron que aquellos que tomaban tranquilizantes o pastillas para dormir tenían una calidad de vida substancialmente más pobre en todas las mediciones llevadas a cabo, así como un cuadro clínico con peor sintomatología. Se encontró un empeoramiento de los síntomas tales como fatiga, insomnio, dolor, disnea, y estreñimiento comparado con aquellos que no tomaban tranquilizantes o pastillas para dormir. La mayoría de los individuos que suspendieron exitosamente la terapia con hipnóticos, tras una reducción gradual de las dosis, y no consumieron benzodiazepinas durante los siguientes seis meses tuvieron menos problemas de ansiedad y para dormir, estaban menos afligidos y tenían una sensación general de mejoría en cuanto a la salud según un seguimiento realizado a los seis meses tras dicha suspensión.

            LAS BENZODIAZEPINAS MÁS COMUNES

            En este cuadro se resumen algunos elementos diferenciales de las principales de ellas (incluido el importante dato de la vida media y la permanencia en los tejidos que implica), y se destacan los nombres comerciales más comunes en nuestro entorno:

Principio activoMarcas registradas más comunesPico de concentración plasmáticaSemivida (h)† [Metabolito activo]Uso terapéutico
Alprazolam Xanax, Xanor, Tafil, Alprox,  Trankimazin,1-26-12 horasansiolítico
Clonazepam, Neuryl, Rivotril, Ravotril, Zatryx1-418-50 horasansiolítico, antiepiléptico
Clorazepato TranxiliumVariable[36-100 horas]ansiolítico, antiepiléptico
DiazepamValium, Apzepam,  Apozepam, Hexalid, Stedon,1-220-100 horas [36-200]ansiolítico, antiepiléptico, relajante muscular
FlunitrazepamRohypnol,  Flunipam, Ronal0.5-318-26 horas [36-200 horas]hipnótico
LorazepamOrfidal, Ativan,  Lorabenz, Trapax2-410-20 horasansiolítico, antiepiléptico
LormetazepamNoctamid, Loramet0.5-210-12 horashipnótico
TetrazepamMyolastan1-33-26 horasrelajante muscular, ansiolítico
Elementos diferenciales entre benzodiacepinas

            Además, existen hipnosedantes no benzodiacepínicos por ejemplo, los también llamados “Fármacos Z”, como la zopiclona o el zolpidem. Al igual que otros análogos de las benzodiazepinas, se metabolizan fundamentalmente en el hígado, lo que desaconseja su utilización a enfermos hepáticos. Dado que no poseen propiedades miorrelajantes, son utilizados como hipnóticos fundamentalmente en trastornos del sueño, y parece que conservan en mayor medida la arquitectura del mismo y sus fases REM y no REM (aunque lógicamente, el sueño que genera no es del todo natural). Estos análogos, sin embargo, comparten muchos otros de los efectos adversos con las benzodiazepinas.

            LA PREVALENCIA DE CONSUMO Y LO QUE IMPLICA

            Atendiendo a los datos de la encuesta oficial sobre población general (encuesta EDADES, sobre población entre 15 y 64 años) se trata de la tercera gama de sustancias más consumidas (tras alcohol y tabaco (y con la salvedad antes explicada de la cafeína) y podemos estimar su prevalencia de consumo en el último año entre un 10 y un 12% de la población.[2] La encuesta ESTUDES ( sobre población escolar entre 14 y 18 años) todavía revela datos más preocupantes, dado que revela que el 14,5% de ellas las consumen, con o sin receta.[3]

            Estos preocupantes datos no suelen provocar una alarma ni siquiera comparable a la del consumo de otras sustancias ilegalizadas con prevalencias diez veces inferiores.[4] Sin embargo, y especialmente en el caso de niños y niñas, este consumo disparado revela problemas de salud mental (aunque habría que decir mejor, de “salud social”) que ni deben individualizarse, ni conllevar el etiquetaje de personas, sino que exigen una profunda reflexión socioeducativa sobre el modelo que estamos creando y sus consecuencias.[5]


[1] El sistema límbico es un sistema formado por estructuras cerebrales que gestionan respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales. Está relacionado con la memoria, la atención, los instintos sexuales, las emociones en general, la personalidad y la conducta. El sistema límbico interacciona muy velozmente (y al parecer sin que necesiten mediar estructuras cerebrales superiores) con el sistema endocrino y el sistema nervioso autónomo. Las funciones principales del sistema límbico son la motivación por la preservación del organismo y la especie, la integración de la información genética y ambiental a través del aprendizaje, y la tarea de integrar nuestro medio interno con el externo antes de realizar una conducta.

[2] Desgraciadamente, en la encuesta no se habla específicamente de benzodiacepinas sino de “hipnosedantes” (y a ello corresponde ese 12%) por eso no podemos ser precisos y dar una cifra exacta sino suponer que se acerca a ella, por ser la familia más consumida y por el hecho de que los analgésicos opioides se estudian por separado (y tienen a su vez un 7,1% de prevalencia).

[3] En este caso, hemos tomado la cifra de 2021, dado que su consumo no estaba restringido por la pandemia y, por tanto, no representa una anomalía estadística.

[4] La propuesta ministerial, por el momento, se limita a proponer dosieres para “el buen uso de hipnosedantes” revelando una vez más que el criterio es diferente (y arbitrario en términos de salud; dependiente sólo de la legalidad vigente) según se aborde el consumo responsable de unas sustancias o de otras. Ver el documento aquí: https://pnsd.sanidad.gob.es/profesionales/publicaciones/catalogo/bibliotecaDigital/publicaciones/pdf/2021/2019_GUIA_Buen_uso_opioides_Socidrogalcohol.pdf

[5] Esta es una referencia a un interesante estudio sobre el tema de la medicalización de problemas socioeducativos en el caso de niños y niñas: Silvia Faraone, Alejandra Barcala, Eugenia Bianchi y Flavia Torricelli, La industria farmacéutica en los procesos de medicalización/ medicamentalización en la infancia.

Disponible en: https://www.margen.org/suscri/numero54.html

Asimismo, se puede consultar el capítulo dedicado a la salud mental del libro de Götzsche, P. C., Medicamentos que matan y crimen organizado, Ed. Los libros del lince, Barcelona, 2014.

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