El caso particular del mal llamado «Tusi» o «Tusibi»

Dada su relevante presencia en los medios de información masivos, rodeada siempre de bulos e imprecisiones y, por ello, por la cantidad de consultas que ocupa (tanto de personas usuarias de los servicios de información de las entidades de reducción de riesgos como de escolares en institutos, por ejemplo) es necesario dedicar a este fenómeno un espacio importante. Actualmente, no es una sustancia, sino una mezcla de ellas. Efectivamente, lo que en origen era un nombre proveniente de la 2C-B (según su pronunciación en inglés) pasó a denominar una mezcla bastante desconocida y muy variable de ketamina, MDMA y también algo de cafeína (habitualmente, con más proporción de la primera) según lo que podemos saber hoy. De hecho, tan cambiante es dicha mezcla y tan poco conocemos de ella todavía que Energy Control hace repetidos llamamientos a personas usuarias para que les hagan llegar muestras y así poder monitorizar lo que realmente hay en la calle.1 Por tanto, más que un reporte convencional sobre caracteres y efectos de una sustancia, exponemos aquí lo necesario para entender un fenómeno.

1. El origen desinformativo

Como decíamos, en origen la palabra”tusibi” designaba a la 2C-B. Sin embargo, en absoluto esta sustancia era así llamada en el Estado español, donde se conocía (poco, en cualquier caso, porque su consumo era muy minoritario; casi irrelevante, estadísticamente hablando) como “nexus” (“afro”, en menor medida) o directamente por sus siglas.2

Fue fundamentalmente a partir de un artículo de la revista colombiana Semana cuando empezó a fraguarse en nuestro país el completo fraude comercial en el que se ha convertido hoy y, por tanto, también los mitos que enturbian el asunto. El contenido de dicho artículo fue reproducido por un gran número de medios hispanos. Éstas fueron algunas de las afirmaciones vertidas en el diario El Mundo: “Ayer 24 de Junio -de 2016, en Madrid- se desmanteló un laboratorio de producción de “tucibi” (…) una novedosa droga sintética conocida también como la «droga de la élite» por su elevado precio, que se presenta generalmente en polvo o pastillas de colores llamativos (…) de gran aceptación entre la población de origen colombiano”. Además, se decía, “la fórmula química del tucibi se creó en Europa pero fue un narcotraficante colombiano conocido como el «Pablo Escobar de las anfetaminas» quien se apoderó de la misma para implantarla en su país, donde se conoce como «cocaína rosa» o la «droga de las modelos y las reinas»”.3

Al respecto, es necesario aclarar varios puntos:

  • La 2C-B (4-bromo-2,5-dimetoxifeniletilamina) es una sustancia sintetizada por primera vez en 1974 (nada novedosa, por tanto) por el químico Alexander Shulgin en su laboratorio de California (y no en Europa).
  • Se sintetizó en el marco de experimentos con la DOM (2,5-dimetoxi-4-metilanfetamina), y no se trata tampoco, como se dice a veces, de un derivado químico de la LSD ni de la MDMA (o “éxtasis”), aunque habitualmente se describan sus efectos subjetivos como un término medio entre ambas sustancias. En cualquier caso, dichos efectos difieren de consumir mezcladas LSD y MDMA.
  • Se popularizó en los 80s, sobre todo a partir del año (1985) en el que se ilegalizó la MDMA. En 1994 se fiscalizó e ilegalizó la tenencia y uso de 2C-B en los EE.UU. y a partir de ahí la prohibición se hizo extensiva en pocos años a todo el mundo.
  • Esta sustancia es un fármaco psicodélico, y por tanto, no tiene nada que ver con la cocaína, y en el Estado español, desde luego tampoco es para “élites”: en Colombia, (de donde procede esta denominación) puede costar el gramo unos 130.000 pesos, lo que equivale a 40 euros, aproximadamente. En comparación con lo que cuesta un gramo de cocaína allí (entre 1 y 3 euros) efectivamente es mucho, pero hay que tener en cuenta la diferencia de un mercado y otro, y cómo y en qué cantidad llegan ambas sustancias a cada lugar. En suelo hispano, un gramo de cocaína viene a costar en la calle entre 50 y 70 euros (precio más o menos estándar en toda Europa). Por otro lado, el precio de la 2C-B en la calle suele ser de unos 15 euros por comprimido de 20 miligramos, y es más rara su venta por gramos (un gramo equivaldría a unas 45-50 dosis medias).4 Obviamente, ésta sólo es “rosa” porque se le añade un tinte alimentario de ese color que, además la hace más atractiva.
  • Además, para hacer una comparación mínimamente precisa, hay que tener en cuenta que de un gramo de cocaína (aunque obviamente esto depende mucho de la cambiante pureza callejera) se obtienen aproximadamente entre 15 y 20 dosis medias, que éstas duran entre 30 y 45 minutos y que se suelen encadenar, siendo habitual consumir varias de ellas en una sola noche. Una dosis media de la 2C-B (los citados 20 mg) dura entre 4 y 8 horas y se consume una en cada ocasión, por lo que “el precio de una sola noche” suele ser mayor en el primer caso.5
  • Resulta también falso que sea una sustancia más consumida en Colombia (o en España por gente colombiana). Los índices de consumo en Europa y EE.UU. son más altos y, desde luego, se se consume aquí hace más tiempo.

Sin embargo, avanzado el tiempo, y a pesar de las repetidas aclaraciones por parte de las organizaciones de reducción de riesgos, los medios de información de masas no cambiaron el discurso, alimentando con ello no sólo la desinformación sino la creación de un fraude, dado que quienes en el mercado negro están más interesados en ganar dinero de cualquier modo que en suministrar sustancias razonablemente conocidas y con cierta pureza aprovecharon la oportunidad, ante la repetición de estos términos (“cocaína rosa”, “droga de élites”, “elevado precio”…).

Es cierto que el conocido en Colombia como Alejo “Tusibi”, (ese supuesto “Pablo Escobar de las anfetaminas”), en los primeros años de este siglo y tras un viaje a Europa (no al revés), conoció la 2C-B y la importó a su país, con una buena dosis de un márquetin hecho a base de inventos para promocionar y encarecer su producto. También lo es que allí operó la transformación a la mezcla cambiante de los productos que hoy suele contener, mucho más sencillos y baratos de conseguir allí que la “nexus” original, y además con el llamativo tinte rosa para darle una identidad de “marca”. Esto parece haber influido, fundamentalmente, en traficantes colombianas en España que importan el nombre y la exitosa fórmula de venta de su país, y que además, según podemos saber por indicaciones “de campo”, son conscientes de lo que venden y por qué.

Para la venta fraudulenta que reproduce el mediático mito de la “cocaína rosa”, el gramo de auténtica 2C-B deja un margen de ganancia demasiado bajo, y si se añade diluyente suficiente para ampliar dicho margen se corre el riesgo de que la dosis consumida sea poco activa y decepcionante. Pero claro, a la decepción del cliente se suma un riesgo mayor: el de que el consumo le siente realmente mal (y, con ello, se pierda “cuota de mercado”), ya que apenas se sabe de los riesgos (en cualquier caso, aparentemente altos), del consumo esnifado de esta sustancia, y además éste suele provocar un dolor intenso y persistente en las fosas nasales e incluso en la cara.

Por otro lado, la MDMA es mucho más sencilla de conseguir y es más barata, y tampoco es complicado hacerse con ketamina. La primera se usaría para dar el punto estimulante-entactogénico y la segunda para poner el toque supuestamente psicodélico. El segundo sería más propio y propicio con LSD, pero eso es inasumible en la mezcla por el rango de dosis en las que esta sustancia es activa (en el orden de microgramos) y otro tanto, aunque en menor medida, sucede con otros psicodélicos, como los de la familia DO-x (cuyos efectos además tienen una duración excesiva para la mayoría de la gente), o como con la psilocetina (4-Aco-DMT), análoga en efectos a la psilocibina de las “setas mágicas”. Además, esta última es menos conocida y también algo más difícil de conseguir que la ketamina.

De este modo, se empezó a ofrecer a la gente desorientada por la desinformación la mezcla más sencilla de MDMA+ketamina, en lo que podríamos llamar un “dark-flipping”.6 La ketamina no es propiamente un psicodélico, ni siquiera en las dosis en las que induce al conocido como “agujero K”. Es más preciso considerarla un disociativo (es, de hecho, un anestésico por disociación) y el matiz oscuro, de deconstrucción y con un punto nihilista que ofrece bien puede hacer merecedora del adjetivo “dark” a la mezcla. Mezcla que, por otro lado y dadas sus características farmacológicas, es tremendamente inadecuada y riesgosa, máxime teniendo en cuenta que las personas destinatarias del despropósito que supone la venta callejera de “tusi” no son precisamente psiconautas investigando nuevas posibilidades, sino sujetos involuntarios de un “experimento de mercado”. Para quienes la venden (en el momento en el que escribimos, a precios disparatados que han alcanzado los 100 euros o más el gramo; mucho más que la auténtica cocaína) a partir de sustancias muchísimo más baratas, supone un tremendo negocio siempre y cuando la ética no entre en absoluto en la ecuación.

Así, existe hoy un nombre rocambolesco para mezclas en absoluto recomendables, abundantes leyendas urbanas y una persistente desinformación mediática y hasta institucional, desarrollada en paralelo a la curiosidad de miles de adolescentes que se preguntan (y que nos preguntan) qué es eso del “tusi”; un mercado creado casi de la nada debido a la desinformación masiva.

Frente a ello, las recomendaciones de reducción de riesgos no deben ser en ningún modo las que se pueden resumir como “se debe probar una dosis pequeña e ir aumentándola hasta saber los efectos”, dado que además de tratarse de una muy mala mezcla, ni siquiera va a servir como experiencia para saber dosificar la siguiente ocasión, cuando la partida haya cambiado y la composición pueda ser muy diferente. Lo recomendable es siempre no consumir lo que no se sabe lo que es y, por tanto, si se ha enviado la muestra a un laboratorio a través de un servicio de análisis y se sabe la composición exacta, todavía puede existir la decisión de tomar o no sujeta a algún criterio mínimo, y de ningún modo en caso contrario.

  1. Entre el año 2019 y el 2021, en el Servicio de análisis de sustancias de Energy Control analizó un total de 72 muestras de “tusibí”, en las que la composición más frecuente fue la de ketamina + MDMA + cafeína, y además se ha constatado que existe mucha variabilidad en la presencia de cada una de ellas.
    La sustancia que está presente en mayor cantidad es la ketamina, con una media del 34% del producto total, encontrando mucha diferencia entre muestras: muestras con un 5% de ketamina y otras con un 72% de esta sustancia. La media de MDMA presente en las muestras es del 11%, encontrando diferencias entre muestras con un mínimo del 1% y un máximo del 24%. La media de la cafeína es del 14%, encontrando mucha diferencia entre muestras con un mínimo del 2% y un máximo del 48%. ↩︎
  2. Ver también la parte de este documento dedicada a la 2C-B y familia 2C-x en general. ↩︎
  3. https://www.elmundo.es/madrid/2016/06/25/576e3b6a268e3e191a8b463f.html ↩︎
  4. Este dato refiere a precios de 2016. Estos pueden ser cambiantes y además ser muy dispares entre la “dark web” y la calle y (sobre todo en el primer caso) variar mucho según las cantidades que se compren. ↩︎
  5. Para ser precisos, diremos que, en el caso de la cocaína, su efecto eufórico es claramente percibido durante un periodo de 30-45 minutos, pero la estimulación del sistema nervioso central (con efectos secundarios como ansiedad o insomnio) puede mantenerse varias horas después de una sola dosis. ↩︎
  6. En jerga, se conoce como “candy-flipping” a la mezcla de LSD+MDMA (o, en una de sus versiones más amables y más breves, psilocibina+MDMA) ↩︎

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